viernes, 31 de diciembre de 2010

PROPIEDAD INTELECTUAL 2

Esto escribía, otrora:

http://katsuyoshiabogados.blogspot.com/2010_03_01_archive.html

“Ahora, recuerdo mis nociones de Filosofía del Derecho, y me pregunto por el contenido de los derechos subjetivos (incluyendo el de propiedad, subgrupo “intelectual”), y me viene a la cabeza el concepto de “legitimidad” que nos enseñaba el rojo de Peces Barba: dado que nadie tiene la autoridad para imponer a los demás su criterio, será aceptado, no ya como bueno, sino siquiera como menos malo, el de la mayoría, porque la paz y la seguridad superan en valor a los demás bienes, y se obtienen mediante el concurso de la aceptación de esa mayoría…
¿De verdad que la mayoría está de acuerdo con el contenido legal actual de este derecho?¿De verdad que la mayoría actúa en consecuencia, y no opera en redes P2P, y tiene más simpatía por la isla privada de Alejandro Sanz que por el pescuezo del negro que corre que se las pela por Sol?¿De verdad que la mayoría es una ladrona natural, en lugar de un mercado que reacciona cuando encuentra la vía ante una imposición oligopolística?¨¿De verdad que este asunto requiere de una protección distinta de la que requiere el empresario que no cobra sus facturas pese a haber suministrado el trabajo porque sus clientes no han obtenido una línea de crédito que se les daba sin excepción año tras año?¿De verdad que no puede ese que lleva en una grúa 60 días pedir que la policía municipal corra a palos al director de la sucursal que no dio crédito a su cliente con el que abonarle el trabajo, como corre al que vende en una manta y priva de sus merecidos emolumentos a Donatella Versace?”

I

Escucho el debate, y no sólo no me muda la postura, sino que añade razones, amén del escándalo que me genera que nadie haya manejado las que transcribo más arriba, ni sea capaz de poner en sistema las que he oído y de las que paso a ocuparme, que se lanzan intuitivamente al aire, pero no acaban de recibir su auténtico valor, probablemente por lo fragmentario de su planteamiento.

Veamos.
Para resolver un problema, es escolástico dividir su complejidad en tantas fracciones simples cuantas permitan que la generación de sus respectivas soluciones permita obtener una respuesta coherente a la pregunta global; después, conviene ir de la más fácil a la más difícil.
En este caso, creo, el asunto presenta dos caras (como de costumbre), la formal y la material. Pese a que el debate público, por su superficialidad y falta de sinceridad, haya creado la ilusión de que la perspectiva formal es la que impide la discusión, bajo el argumento de que la ley es la ley, y lo demás son opiniones, creo precisamente que este es el aspecto más fácil de abordar. La ley no es justa por ser Ley, ni eficaz porque se promulgue por el Parlamento: al primer error llamaban “fetichismo de la Ley”, y de lo segundo es prueba cada norma que tropieza con el rechazo de la mayoría, porque inmediatamente deviene inaplicable, y a continuación se deroga. El sostén de la Ley es el contenido de la voluntad de la mayoría, expresada a través de los cauces institucionales que esa mayoría, como Poder Legitimador (Como Hecho Fundante Básico, si no recuerdo mal a Kelsen), ha elegido para concretar su postura en una norma positiva, vinculante para todos, y que previene una respuesta para caso de su incumplimiento.
La mayoría es lo más cercano que hemos conseguido a la Justicia, y el cauce previsto, dota de validez a la norma. La eficacia de la Ley pasa por la capacidad del Gobierno que también ha sido designado, de uno u otro modo, por la Mayoría, para aplicar la Norma, esto es, para que sus incumplidores sufran el peso de la respuesta que en caso de infracción contiene la norma misma. Si no hay consecuencia prevista o Poder que pueda aplicarla, la Ley es ineficaz, y si no se aprobó por los cauces legales, es inválida, y siempre sometido su resultado al control de los jueces. Pero si no hay mayoría, a medio plazo no sirven cauces de aprobación ni previsión de sanciones, porque la norma es ilegítima, y acaba muriendo.
Aquí nos ocupamos de la Justicia, o mejor dicho, de lo más que podamos aproximarnos a ella de común acuerdo, y formalmente es fácil ver que la ficción que para la Paz Social hemos construido, la identificación de la Justicia con la opinión mayoritaria, descansa sobre la realidad ineludible de que de no aceptarse la opción de la mayoría, se impondría por la fuerza de ese número, que en si misma tiene el valor de la Paz Social, o se rechazaría por la fuerza más intensa de unos pocos, que no requiere de gran esfuerzo argumental para tacharse de Injusticia tiránica.
El resultado, en fin, de la observación de cuántos ciudadanos creen lícito el intercambio no lucrativo de archivos en la Red, arroja un inequívoco VOTO: el comportamiento es lícito ya que lo practica la inmensa mayoría, que a su vez rechaza cuantas limitaciones se quieran imponer a ese comportamiento, e incluso destierra como parias sociales a los que intentan impedirlo, al percibir lo espúreo de su actitud (hay que ver a Ramoncín insistiendo entre lloriqueos en que ya no forma parte de la SGAE, para que deje de tratársele como un apestado), luego el derecho de propiedad no ampara a quien quiere impedirlo. La mayoría, a falta de mejor criterio de política normativa, cree que ese interés de Alejandro Sanz no es un bien protegible bajo la norma que regula la propiedad, o por decirlo de otro modo, no es una de las facultades que integran el derecho de dominio, ni aún en la categoría de las que para protegerlo se ocupan de impedir a otros determinados actos, trasunto de la que permite al dueño realizar otros en su ejercicio.

Podemos comparar ese interés con el derecho medieval de pernada: a todas luces se rechaza por la mayoría, sólo lo defiende el que lo disfruta, la sociedad unánime se queja del abuso de quienes ejecutan la prerrogativa, y aún empieza a vislumbrarse una reacción de resistencia violenta ante el abuso, como se ha podido ver en video en determinadas ocasiones.… ¿Porqué no imaginar que en unos siglos la pretensión de esos privilegiados genere la misma repulsión al conjunto social? Porque, no nos olvidemos, no ha sido posible, pese a todas las campañas de imagen pagadas por el dinero de esos ricos, hacer calar en la población la idea de que la descarga equivale al robo.
¿Será porque la población no identifica lo descargado como propio de esos que lo reivindican como “suyo”?
Conscientemente iniciamos el análisis de la segunda parte, la material, evitando incidir en los errores de los actores legales de la protección de ese interés que acabamos de demostrar como ilegítimo, porque rechazar una regla por su abuso es demagógico.
Preferimos, por más eficiente, olvidar los excesos de la SGAE y centrarnos en que independientemente de ellos, el interés defendido no es legítimo por no coincidente con lo que la mayoría siente, último fundamento de la democracia. Como vimos antes, será válido, y no seré yo quien se dedique a pontificar sobre su “bondad”. No es legítimo, y la consecuencia es que no es eficaz, y su validez parece sólo provisional.
Por concluir este análisis formal, un planteamiento de esos que acaban con las dudas: ¿Por qué discutir? ¿Porqué hacer depender la decisión del espúreo comportamiento de nuestros deleznables políticos, para los que nada importa el bienestar común que se les ha encomendado tutelar, sino sólo su permanencia en la poltrona? ¿Por qué no ahorrarles ese trance de tener que hacer su trabajo bien, si sabemos que ello pone en riesgo su poltrona y eso les repugna? Si hay duda acerca de si la idea que planteo es legítima en estrictos términos de mayoría democrática, y que de ser así, toda norma contraria sólo es una indigna protección de intereses minoritarios conseguida a través del uso de sus múltiples recursos para influir, de los que la población no dispone, ¿Porqué no pasar de la percepción de que esa idea es mayoritaria, y por tanto, formalmente justa, a la certeza mediante la consulta que le confiera el rango de validez de una Ley aprobada por referéndum?
Creo que el resultado de la consulta popular no admite dudas, que los recursos invertidos en su celebración serían por tanto un derroche… pero aún así, y como cierre del razonamiento, a por ello¡¡¡

II

Ahora queda la segunda parte, la más difícil para mi. No defendería algo con lo que no estoy de acuerdo, por más apoyo mayoritario que tuviera. Y si queda claro por lo expuesto que el panorama jurídico ha de discurrir en un sentido distinto al impuesto por esos influyentes de las pancartas pacifistas, por esos ricos de las subvenciones, por los denostados imperialistas cuya bandera ostentosamente ignoramos, pero cuyo apoyo mendigamos, sino simple y claramente en el que dicta la mayoría, debo ahora aclarar porqué creo que lo que defiendo es en si mismo moralmente correcto. Acépteseme, a cambio del riesgo que asumo por meterme en el jardín sin necesidad, que no acepte aquí discusión, y que me limite a perseguir el convencimiento del lector, porque a diferencia de lo matemático, de lo ineluctablemente mecánico del planteamiento formal, político, o democrático de más arriba, el sentido del Bien y el Mal es más bien químico, y de diferente incidencia en la sensibilidad de cada cual.
1.- Poniéndome en el lugar del que no piensa como yo, aunque ese sea Alejandro Sanz, y prescindiendo de los aspectos “plásticos” del tema, de esos abusos que predisponen contra su postura, pero que no son determinantes para rechazarla hasta que haya un mejor razonamiento, debo colocarme en una noche fría de febrero, en la buhardilla en la que el hermano Sanz se refugia al abandonar el hogar paterno, ilusionado por hacer su música, sin importarle un carajo si se vende o no, porque necesita comunicarse con sus semejantes…Escribe una canción cojonuda, a todos gusta, vende muchísimo, las modelos a sus pies, otro disco, y a Miami¡¡¡ Qué éxito¡¡¡

No, no, no, que no es así¡¡¡ Él lo sabe, si recuerda: en ese momento, está agradecidísimo de que sean trescientos y no tres (Padre, madre y abuela) los que oigan la canción, porque la puso en MYSPACE.
Él, y todos los que están en su situación. Primer escollo para la postura: ¿Cómo es posible que sólo la defienda el músico forrado, y sólo después de forrarse, mientras que el que quiere forrarse, esté en pleno desacuerdo, y vea a Internet como su planteamiento de negocio? ¿Qué decir del que no quiere forrarse, sino que siente la imparable necesidad de comunicar sus sentimientos a la mayor cantidad posible de destinatarios, esa necesidad que define al artista, y a la que tan eficaz e igualitariamente ayuda Internet?
Apunto una respuesta: la colocación en Red sirve al propósito del Arte, y la obstaculización al libre uso de lo colocado, además de probar que lo que haces no es arte, que pide a gritos la máxima difusión, sino producto, que sólo pretende su intercambio por precio para el que lo pueda pagar, impide al artista comunicarse, para sólo beneficio del comerciante, artesano, como queramos llamarle tras excluir el término “artista”.
2.- Vale: imaginemos que esos “comerciantes no-artistas” reconocen en perjuicio de la mentira que les hace permanecer mejor en el machito que lo suyo no es arte, sino comercio, y aceptan que les dejen de lado los puristas, porque el euro del consumo les vale igual.
Resultaría que, para crear el producto, se gasta en grabación en estudios carísimos, en composición por “técnicos“ que ceden su arte (aquí si) por dinero cediéndoles a las estrellas, en concepto de relaciones públicas para el lanzamiento, el mérito de la creación, en músicos de estudio a millón el minuto, en publicitarios y abogados… un montón de dinero. Y el resultante es un archivo MP3 que gusta muchísimo. El público lo oye, lo baja gratis de internet, la inversión tirada, ya no habrá más música, nadie hace nada por nada…
No, no, no, que no es así¡¡¡ Pese a los “apocalípticos”, a todas estas estrellas no les ha ido mejor ni han ganado más en su vida¡¡¡ Aún como producto, y no como objeto de arte, esos comerciantes ganan cada vez más¡¡¡ ¿Cómo es posible?
Fácil, casi hasta un punto obsceno, que da pudor aclarar: Yahoo divulgó cómo se gana dinero en Internet, y no es cobrando, porque Internet es de todos, y el que quiere cobrar inmediatamente se percibe como uno que quiere robar. No se le mete en la cárcel: se le ignora, y no gana nada.
El que da servicio sin cobrar es aclamado como héroe comunitario y, tranquilidad, el karma digital inmediatamente aparece remunerando su esfuerzo…No llegamos a ver la ruina de los buscadores gratuitos, o de las redes sociales gratuitas, sino que los utilizamos gratuitamente a la vez que sus creadores se enriquecen. No a euro por consulta, sino por vías alternativas, desde la inicial de la publicidad, hasta las más sofisticadas que difícilmente llegamos a comprender los terceros, pero que igualmente son atractivas, ya que mantienen la oferta gratuita.
Los “apocalípticos” ganan cuando su producto llega a todos, porque venden más entradas, publicitan más productos, se les conoce más y por tanto tienen más Poder… Lo que hacen al intentar sumar a esa ganancia el mezquino euro por canción, es simple y llanamente…PERDER. Ni van a evitar que esa canción se baje gratis, ni van a estar en mejor posición para vender entradas o parecer más simpáticos de cara a hacer anuncios, etc…

Al fin, la inconmensurable riqueza de esos, el hecho de que sólo compartan su postura los que están en su situación o desean estarlo, el radical desacuerdo de los artistas que quieren darse a conocer, y la abrumadora mayoría de los que con su voto deben delimitar el contenido de su derecho, y no están de acuerdo en que el ámbito protegido integre el privilegio, demostrándolo cada vez que compran o descargan,” votando” así miles de millones de veces diarias, y requiriendo sólo la oportunidad de poner ese voto en cauces formales, … todo eso nos dice que los reivindicadores del privilegio no tienen razón. Pero es como cuando llueve: lo más difícil de razonar es lo más simple a la apariencia. Razonar hasta crear el censo enfitéutico no ha requerido gran esfuerzo, mientras que explicar porqué cae una manzana…

III

Creo poder apuntar una razón que explica porqué es tan “fea” la postura de esos a los que me niego a llamar autores, no porque no lo sean, sino porque no ocupan entre los que los son una posición que los haga, ni mucho menos, representativos.
Vaya por delante que mi amor al arte implica amor a los artistas que me mejoran y respeto a los que lo intentan sin conseguirlo. Ninguno de esos defiende la prohibición de las descargas.
Vaya por delante también mi amor al mercado, que acarrea la admiración por los que aplican sus capacidades a la materia prima para generar un producto apetecible por posibles consumidores. Esos también se están forrando porque saben cómo se vive hoy en globalidad, y cómo se obtienen beneficios y como no, y aún más, como se es un puntal de la comunidad y cómo se es una rémora.
Me aplico ahora a la tares de explicar porqué me parece moralmente aceptable la descarga de archivos y reprobable su prohibición, sin recurrir al argumento democrático, en si mismo bastante para que las cosas cambien.
El que intenta impedirme bajar una película o un disco porque dice que es suyo, olvida que, a diferencia del escenario que interesada y falsamente presenta en el spot publicitario, no estoy robando el disco o el DVD de una tienda: no lo ha prensado, empaquetado, distribuido, y hecho llegar materialmente a un pueblo perdido de Timbuktú, no ha gastado en papel, plástico, gasolina, sueldos, carteles, espacios de exhibición, promoción en medios… !!!
Se ha limitado a hacer doble click en un archivo, para usar lo que es de todos, el dominio público internáutico (Dominio público: “propiedad pública que se destina al uso o interés público”), sufragado no con sus recursos, tan grandes, sino con los muy limitados de todos, pero de manera particularmente intensa para su propio beneficio¡¡¡*

*Este argumento principal puede reforzarse con otros subordinados, del tipo “Película subvencionada, o sea toda película española, equivale a película descargable, que para eso la he pagado una vez, a ver porqué dos” , que en el escenario aborigen permiten dar sentido a la cultura cinematográfica, pagada por todos y no exhibida en sala ni distribuida en DVD, pero que puede llegar por internet al público que la pagó, y dignificar así el trabajo de su autor… Claro que en el escenario mundial ese argumento sólo aplica a una parte pequeña del producto¡¡¡ Pero aún, ésta cuenta para ser rentable con la posterior distribución en video, luego no es cierto que la exhibición en Sala sea su soporte primario, y por tanto haya de ser sacralizada.

Se abre paso la idea de que estos que nos dicen que les robamos son, en realidad, los que roban. En efecto, el que se asoma para que le vean, con la finalidad que sea (incluyendo mostrar lo que quiere vender), no juega con la propiedad sino con la imagen. El que quiere retener la propiedad no la abandona en una autopista y luego se queja de que los que pasaban la cogieron (res derelicta, res nullius): salvo que esté loco, lo que hace es buscar un impacto de imagen.
Creo, por tanto, que el que coloca su trabajo en la autopista internáutica, y más aún cuando grita a los cuatro vientos que es para enseñar y no para compartir, debe ser tratado con aplicación de las normas sobre propia imagen, que tienen un abigarrado desarrollo jurisprudencial, y que contemplan la dualidad perjuicio-beneficio distinguiendo si se aplica a particulares o a quienes ceden su imagen para obtener emolumentos, relativizando desde entonces la protección de su privacidad, en lugar de invocar las que regulan el dominio.
Si no quieres que te vean, no te expongas; si dices que la exposición no ha sido voluntaria, lo primero que debe suceder es que no se te haya pagado por ella. Mutatis mutantur, si quieres vender tu música o tu libro o tu cine, no lo pongas a pública disposición en formato pirateable. Pero, sobre todo, si aparece en la Red en tal formato, que no sea en tu página web o en la de tu Editorial.

Es muy crítico el caso de los libros, porque no hay arte añadido que se pueda comparar con el texto para defenderlos. La mala noticia es que nadie lee, por lo que el pirateo, aún de e-books, no es atractivo. Su papel en la regeneración del hábito de leer, aún a costa del autor ya que a la postre será en su beneficio, es otro asunto distinto, aún esencialmente.


Y aún, creo que en el caso que nos ocupa, un factor modaliza esa respuesta, y es que el medio de difusión no es privado, como pueda serlo una revista que se vende, o una televisión que busca beneficio, sino público y sufragado por todos, de modo que Alejandro Sanz no sólo no es víctima de un robo, sino que para alcanzar un beneficio que a todas luces está alcanzando, usa un potentísimo medio de difusión; medio de difusión que pagamos todos por igual, mientras que sólo él usa con especial intensidad.
!!!Todos pagamos por que exista el espacio que él usa gratis, y él quiere cobrarnos por usar lo que él deposita en ese espacio¡¡¡ Compárese mi presencia y la suya en la Red. Y ahora, lo que por ella pagamos ambos (ojo, no por crear imágenes o programas o teras y teras de contenidos, sino por el espacio ocupado: el dominio nos cuesta igual a ambos, y su presencia es exponencialmente mayor que la mía, al punto de ser responsable de la disminución del ancho de banda de que yo dispongo si el personal se pone a ver su video el día del estreno)
¿Que pagamos igual?
No, no, no, que no es así¡¡¡ No se si yo albergo gracias a Google mi humilde blog en un servidor patrio o turco, ni cuál de las dos opciones sea más cara. A este efecto, si que estamos igual.
Pero si un degenerado usa mi página para colgar fotos de pederastia, yo llamo a la Guardia Civil para encarcelar al gorrino, mientras que si ese usa la página de Sanz a idéntico propósito…También llama a la Guardia Civil, como encargada de delitos cibernéticos. El mismo agente cobra en ambas intervenciones de mi dinero, porque el amigo Sanz está pidiendo la intervención de las Autoridades tras eludir su coste insolidariamente domiciliándose en un paraíso fiscal¡¡¡ Parece un etarra pidiendo la intervención del médico forense para certificar sus heridas derivadas de la detención: nada más patético que el que rechaza y aún intenta destruir el sistema, sobre todo en aras de un interés tan grueso, exigiendo a gritos ser protegido por ese mismo sistema que heroicamente combatía¡¡¡
No, no es justo. El que usa la red con más intensidad debe pagar por ello más que el que la usa en menor medida, por lo que el saldo es netamente perjudicial al amigo Sanz ¿Derechos por descarga? ¿Dónde están abonados los derechos por cargar?*

Me .atrevo a concluir que lo que nos trae a este foro es ya sólo un leve incidencia contable, según se reflejen los platos deliciosos que se han consumido. Agradezco como artista poder plasmar la factura en dos momentos distintos, Pero si no me aguanta el pavo, como es previsible,

* No puedo por menos que expresar como disclaimer que ese A.S. no es una persona sino una categoría, y que la he denominado en función de la portavocía que el tenedor de la denominación ha venido ejerciendo. Sus circunstancias y opiniones me sirven para plantear el debate, pero equivalen a las de tantos otros en su olímpico lugar, desde Metálica a Almodovar. Disculpa, cantante, es sólo que te has puesto a tiro. No hard feelings…hace un par de años habrías sido Ramoncín. Ya nos conoceremos, y si quieres, te dejo hacer un par de asaltos conmigo para hacernos amigos.


IV

Por último, y aunque sólo sea por agotar el argumento desde el punto de vista dialéctico…
Hace tiempo, un tendero de discos se me quejaba de las mantas, porque le quitaban clientes. Poco tiempo antes, el mismo había sido pionero en la introducción del CD, carísimo en relación con el disco de vinilo. Pronto, su buen gusto le hizo retornar al vinilo, otra vez explorando horizontes que en este caso no eran nuevos sino perdidos, porque nadie tenía giradiscos, y de hecho la quiebra de casas fabricantes generó dramas que desincentivaban su adquisición (mi Thorens TD-2001 de cuarto de millón de pesetas quedó inservible al cerrar la fábrica, y no haber repuestos para una goma transmisora de…10 pesetas de coste¡¡¡). Como quiera que fuese, tuvo claro que un CD es un plástico casi sin valor que almacena una larga serie de 0 y 1, en un espacio tan pequeño que no permite arte añadido. El vinilo es todo lo contrario… El mercado obró el milagro, cual karma liberal: el producto sobrevalorado perdió la batalla al ponerse en competencia con su réplica a coste real de producción (mentira el argumento de que el pirata no soportaba el coste de creación: hoy un CD oficial cuesta la tercera parte que entonces, luego entonces nos estaban robando), y el producto tan amado de los aficionados no solo pese a, sino aún precisamente por, sus imperfecciones, triunfa en ventas, sin amenaza del mercado pirata, que se limita a traficar con 0 y 1 puestos voluntariamente a su disposición por sus productores.
Este hombre vende vinilos otra vez, y no se siente amenazado por ninguna competencia desleal. En realidad, su seguridad descansa sobre el hecho de que ya no vende lo que no vale lo que cuesta, no colabora en el robo al consumidor perpetrado durante tantos años y con tanto desprecio, y no sufre ahora su revancha. Dudo que ninguna mafia china, aún esclavizando mano de obra y eludiendo el coste del artista, sea capaz de replicar un doble vinilo de 180 gramos con portada original de cartón y letras en folleto interior por mucho menos de lo que se vende en los cauces legales ese producto… Por tanto ese es un buen nicho de mercado que no necesita de la protección de nada que no sea su valor en mercado. No necesita campañas de imagen para justificar su coste ni leyes que lo tutelen. No intenta robar el medio o espacio que es de todos para colocar su imagen ni mentir para que ese humo se convierta en una “propiedad”. Si lo quieres, lo compras. Si lo encuentras más barato, puedes optar porque el caro habrá de aceptar que su exceso de precio es un abuso. Por supuesto que pequeñas variaciones afectan al producto original, pero su tamaño no lo compromete, su ahorro inevitablemente acarreará renunciar a los pequeños detalles que el coleccionista agradece y que siempre quedarán fuera de la réplica; y a cambio se permitirá al aficionado probar antes de comprar, construyendo su colección con criterio, y no a golpe de engaños publicitarios que sólo hacen inútil un tanto por ciento de esa colección, en lugar de hacerla la mejor posible en función de los gustos y medios disponibles de su propietario, y al fin cayendo el mismo dinero en manos del artista, pero en este caso no del que se publicita, sino del que gusta al comprador.

Da escalofríos, ¿Verdad? El Mercado… Es lo que tiene…

Buenas noches.

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